Llórame un río (La Lamia enamorada)
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Basada en el cuento vasco "La Lamia enamorada" recogido tanto por J. M. de Barandiaran como por R. Mª de Azkue.
LA LAMIA ENAMORADA
Una vez un joven pastor de Orozko, en Bizkaia, llamado Antxon, andaba por el monte con su rebaño cuando oyó un canto maravilloso, y quedó tan asombrado que se olvido de las ovejas y se dirigió hacia el lugar de donde provenía la voz.
Al separar unos matorrales vio algo que le dejó boquiabierto.
En la orilla del río estaba sentada la joven más hermosa que jamás había visto. Tenía el cabello largo y brillante, tan largo que le llegaba a los pies…Se peinaba con un peine de oro mientras cantaba una extraña melodía.
Antxon no podía apartar sus ojos de ella.
En eso, la joven dejó de cantar y dirigió su mirada hacia los matorrales. Al ver al joven pastor se zambullo fugazmente en el rio. Al poco sacó la cabeza del agua, escondiéndose tras la roca, asomándose temerosamente.
Mientras el muchacho contemplaba, atónito, el juego. Finalmente, no volvió a esconderse y abriendo sus grandes ojos transparentes la preciosa lamia preguntó:
-¿Quién eres?El pastor permaneció mudo.
-¿Quién eres?- insistió la joven
-Antxon, Soy Antxon,- acertó a responder al fin- ¿Y Tú?
La joven lamia se echo a reír y no respondió, zambullendose de nuevo. El pastor esperó y esperó, pero al ver que no salia, regresó al pueblo confuso. Durante unos cuantos días no salio de casa, y no podía dejar de pensar en la joven del rio. Por fin se decidió y otra vez cogió el camino hacia el monte. A medida que se acercaba al lugar, de nuevo escucho aquel canto de los angeles, y se sintió feliz.
La hermosa joven, al igual que la vez anterior, peinaba sus cabellos sentada encima de una roca, esta vez junto a la cascada.
Al ver a Antxon dejó de cantar y le sonrió
-Buenos dias, Antxon- dijo-Te estaba esperando.
-¿A mi?-pregunto estupefacto.
-Si, a ti.Acércate, acércate.
Antxon se aproximó a la orilla, y allí se sentó. Pasaron los minutos y ninguno de los dos hablaba, sólo se miraban.
-¿Te casarás conmigo?-.Pregunto la joven lamia mientras el sol comenzaba a ocultarse.
-Si-Respondió Antxon.
En señal de compromiso, la joven le entrego un anillo, que el se puso en el dedo anular al instante.
Tras la despedida el joven ya en casa….
-Voy a casarme- le dijo Antxon a su madre.
-Pero, hijo…,¿con quien?-pregunto su madre, asombrada, pues no sabia que su hijo tuviese novia.
-Con la joven más hermosa del mundo.vive arriba en el monte, junto al rio.
-Pero…¿quien es?- insistió la madre
-La mujer más hermosa que he visto en mi vida.
-¿Como se llama?¿Quienes son sus padres?
-Es la más hermosa, la más hermosa…
La madre llego a la conclusión de que su hijo estaba hechizado.Salio presurosa a la calle, habló con sus vecinos, con la abuela, con el tío, con el cura….todos le aconsejaron de forma distinta: Si es bruja, esto..Si es Lamia,lo otra..Si es extranjera, aquello….finalmente el hombre más viejo de Orozko dió también su opinión.
-Si es lamia, tendrá los pies de pato-sentenció…
La madre regresó a casa e hizo prometer a su hijo que miraría los pies a su novia.Despues de mucho insistir, Antxon prometió que asi lo haría, miraría los pies a su hermosísima novia.
De pronto, se apoderó de el un gran deseo de verla de nuevo, y echo a correr hacia el monte.
Su enamorada se estaba bañando y jugueteaba con los peces, entraba y salía del agua como un delfín y su risa era como el sonido de mil cascabeles.Se acercó silenciosamente, queriendo darle una sorpresa pero…..ahi! los pies de su amada no eran como los de todo el mundo!
-estaré soñando?-se preguntaba incrédulo…
Los pies de la joven parecian patas de pato, definitivamente eran pies de pato! Antxon se quedó paralizado por el estupor y después regreso al pueblo con el corazón destrozado. Al entrar en casa su madre que le esperaba, notó que algo extraño sucedía.
-¿Y qué, hijo? ¿Que ha pasado? ¿Has visto sus pies?-le pregunto impaciente.
-Son como los pies de los patos…-murmuro el joven.
-Es una lamia! No puedes casarte con ella! Lo oyes!, los humanos no se casan con las lamias.
Antxon, presa de gran tristeza, se metió en la cama y enfermó. La fiebre le hacia delirar, veía el rostro de su amada y oía su voz llamándole”Zatoz, maitea, zatoz”(”Ven, querido, ven”). Pero él nunca volvió, porque murió de pena.
El día del entierro la lamia acudió a la casa de Antxon, se acercó al lecho, lo cubrió con una sábana de oro y besó sus fríos labios. Siguió al cortejo fúnebre hasta la puerta de la iglesia, pero, como todo el mundo sabe, las lamias no pueden entrar en las iglesias, entonces regresó al monte llorando por su amor perdido. Tanto y tanto lloró que, en el lugar donde cayeron sus lágrimas brotó un manantial que recuerda para siempre el amor imposible entre la lamia y el pastor.